Pintura congelado
REUNION EN LA PLAZA DE SAN GIL
Las recuerdo a todas sentadas con su sillete, unas con su punto de calceta en mano, otras con su fajo de suelas por hacer, otras de chismorreo e incluso alguna de espectadora de alturas y no podía faltar el macho del redil de forma contemplativa, seguro pensando, en que él era la solución en todo lo allí hablado. Son ideas que uno, el macho, concebía por herencia repetida y, en tiempos pasados de la importancia dada al macho, hombre español, me incluyo con toda la responsabilidad de aquel tiempo, ahora mis humos están a ras del suelo, veo a la hembra mujer a la par con el hombre y con síntomas de superación en todas las facetas que el sistema nos repara, ¿esto es bueno o no tan bueno para todos? No lo sé, me quedé en el cuento del libro de Nostradamus en el prólogo,
no puedo pretender descifrar, creo es indescifrable incluso para tal señor. Lo
que sí puedo decir es que en estas reuniones de trabajo superaban a los grandes
directivos de grandes empresas de lo real que allí se contaba y de lo que había
que darle de puntadas entre suela y tomo paras sacar a puras maneras a los
hijos en aquellos tiempos y seguro que siguen perpetuándose en nuestros días y
sin recorrer Nostradamus.
LOS MIEDOS
Los miedos son innatos a todos
nosotros, unos con más y otros, por mucho que uno diga y piense que él es
inmune al miedo, también los tiene, puede que en menos cuantía pero seguro
algún miedo le acecha. Es parte de nuestra vivencia.
A mis años de niñez los padres
tenían hijos, la preocupación primordial era la alimentación, eso de tener su
habitación propia del niño de color rosa o azul según sexo o cuna con colgantes
móviles, luces tenues, música y todo el sin fin de artilugios que hoy en día se
necesitan, no existían, que conste que así sea el bien estar de ahora…, por lo
menos en lo que yo conocí en mi niñez, desde que yo recuerde siempre dormí en
una cama junto con mi hermano y cuando él me faltaba sentía y tenía miedo, uno
de los primeros miedos.
En Nuestra Guerra del 1936,
maldita, sentí otra clase de miedo, la de la destrucción, en mi pueblo Balaguer
se implanto una cabeza de puente y los bombardeos con obuses diría que casi era
a diario y por la noche las sirenas retumbaban a tope para estropearnos el
sueño, al primer zumbido nos escondiéramos en la “celler de les cases” bodega,
que se comunicaban casa por casa por si una era alcanzada y derrumbada
pudiéramos acceder a la casa colindante y salir del refugio; el primero o
segundo en llegar a esconderme era el vecino un hombre mayor o yo, por miedo,
mi hermano siempre era el último, igual tenía miedo a que los demás le
reconocieran su propio miedo, no lo sé.
Durante la guerra también tuve
mis miedos; nuestra madre tenía su marido huido a Francia, era de derechas, el
padre, buscando para pasarse a los llamados nacionalistas y lo consiguió, entro
por Irún y de allí a San Sebastián, “Donostia” en Euskera donde se incorporó a
un batallón de los golpistas militares, que él los tenía por buen hacer. En el
pueblo miedos a las represalias según mi madre.
Con los años aprendí, sobre
todo en la posguerra a callar por miedo, aprendí que yo hablaba diferente al
soldado venido de tropas foráneas con otra manera de expresarme, procure
adaptarme a su expresión porque por las calles había unos esgrafiados en las
paredes donde podías ver la esfinge del general Franco y leer “SI ERES ESPAÑOL HABLA
ESPAÑOL, nunca me había cuestionado lo que era ni lo sabía, aprendí pronto a defenderme
con el idioma Español era niño y con capacidad apresurada. El miedo seguía en mí
aunque era relativo ya que mi padre ya estaba en casa y era un seguidor de
Franco. Él hablaba español con los generales del ejército de Franco ya que
tenía un cargo público; en casa y vecinos era su idioma el catalán que era el
que todo el pueblo llano y Cataluña hablaba.
En el servicio militar hablaba
y escribía el español bien, incluso daba clase analfabetos, no diré que mi
habla se asemejara a uno de Valladolid, pero seguro por lo menos, para compararme
con un cerverano, ya que cuando vine a Cervera del Río Alhama casi tuve que
volver a reciclarme con el español. En la mili era cabo furriel y como tal,
sobre todo, tenía que tener la precaución a que no me cogiera infraganti el sargento
hablando catalán con soldados catalanes; nos contestaba: ¡haber coño!, si
hablan en cristiano o sino les meto un paquete que se me van acordar de mí, en
aquellos momentos lo que es a mí, ser cristiano iba de sobrado…, bueno miedo al
paquete del sargento que dormía con la pistola debajo de la almohada por si
acaso algún maqui nos visitaba, era un miedo de mili, esto sucedía en el
destacamento Portilón-Bossost-Valle de Arán.
En el amor eran mucho los
miedos, sería un cuento aparte de tantos miedos de confesionario.
Los miedos políticos de
corruptos indeseables y de presidentes de gobierno, también los dejo en un
punto y aparte, dan tanto de sí que la biblioteca nacional está llena de libros
contando miedos.
Miedos de mi época seminarista
de pecados inconfesables a mis 12 años, ¡que pecados! A quedarme ciego por
darle tanto al manubrio, pero seguían siendo miedos. Me salí al tercer curso de
seminarista porque no me gustaban los miedos y si darle al manubrio, aunque no
los deshice del todo hasta años después, puedo decir que de estos miedos de
antaño estoy liberado, pero sigo con miedos.
Pasaron los años… me case…
miedos al trabajo las huelgas a perder el empleo en fin miedos, mis tiempos se
formaron de miedos.
Llego lo que nunca pensé que
llegaría la vejez, la jubilación y se me quito un miedo, de momento cobro la
pensión... con miedo a perderla. A mis años se me ocurrió un día, ya que digamos
muy hablador no he sido, podía escribir en español con limitaciones, el catalán
gramaticalmente no lo sé, aunque mal también lo escribo. Cosa curiosa en mí los
miedos, ahora no son con todo lo que nos pueda venir ni con el habla, son con
lo que escribo, tengo miedo en decir cosas que a veces pienso y por miedo no
las escribo, porque el otro no se sienta ofendido de lo que pienso del otro,
pero sigue siendo uno de los miedos, ya que me he dado cuenta que el pensar y
hablar diferente, con sólo comentarlo en nuestra España, hace que uno pierda,
digamos amigos que ni siquiera sé si son amigos. Son amigos virtuales, pero los
aprecio, me comprenden más que los amigos de carne y hueso. Estos ya empiezan a
darme miedo.
MI GENERAL
Mi General, el soldado soy yo.
Usted es mi General de
promoción,
y qué general, esperando
escalafón.
Mi General, de estrategias mil
yo no entiendo, mi general,
de vivencias si, un montón
aprendidas a la luz de un
candil.
Mi General, medallas ganadas
en tu pecho colgadas, por
manos
de rezos siempre invocadas
al son de tambores aclamadas.
Mi General, siempre a tus
órdenes
como manda el código del honor,
establecido por hombres,
que no nunca supieron de amor.
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